Los peligros de la lógica
Al hacer difusión científica a veces uno se encuentra con una respuesta algo inesperada: “esto es interesante, pero…”. Y muchas veces ese pero suele preceder a una frase cargada de lógica y sentido común. Una resistencia con la que uno no contaba al escribir el texto. No tiene nada que ver con la comprensión, ni con la formación o interés del destinatario. No. Lo que se opone es la lógica humana.
El espiritu crítico y cuestionar lo que nos cuentan es una buena costumbre, no tengo nada en su contra. Es más, ojalá lo hiciésemos más a menudo. Sin embargo, la lógica tiene sus peligros, y es que, voy a recalcarlo, se trata de lógica humana. Es aquella que nos ayuda a interpretar el mundo y a predecirlo con interpretaciones que son útiles para un homínido que corretea entre rocas y árboles para alcanzar quizá un ciervo. Aquí la composición atómica del universo no interviene en absoluto. La lógica la deja apartada. Y es que, para comprender aspectos que están más allá de uno mismo, a veces hay que desafiar a la lógica, retarla, y abrirse a otras posibilidades.
La lógica humana y sus ideas pegajosas, difíciles de romper, son una de las mayores barreras que nos ponemos a nosotros mismos cuando investigamos un fenómeno. Hay que recordarse constantemente que la lógica de las estrellas, de las ranas o de los elementos, no tiene por qué coincidir con la nuestra.
Una tarea dura, aceptar otras lógicas, otros sentidos comunes con otras normas de juego. En definitiva, aceptar las evidencias. Y sin embargo, tenemos un aliado poderoso a nuestro favor, nuestra curiosidad. La curiosidad por el qué pasará, por la experimentación, por descubrir, es nuestra mayor aliada contra los muros de la lógica diaria, aunque a veces uno salga magullado.
¡Viva la curiosidad!
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